Embajadores de Esperanza

by Bishop William Joensen | October 17, 2025

Bishop William Joensen

Al comenzar el cuarto trimestre del Año Jubilar de la esperanza, tenemos tanta carga en nuestros corazones. Las imágenes e historias en las noticias y en las redes sociales que cubren asuntos que van de las finanzas a la política y a relaciones internacionales que están repletos de discordia, conflicto, y actos de violencia que han sido brutalmente calculados en contra de personas inocentes.

Para muchos la creciente ansiedad y las fuentes de división que surgen incitan a la tentación de alejarnos de los demás. Uno podría simple meme cruzarse de brazos y resignarse ante la realidad de que siempre hay conflictos en algún lugar. Pero en este momento en particular en la historian de la humanidad parece estar más generalizado. Personalmente, aunque no quiero adoptar una mentalidad de aislamiento, tampoco quiero ignorar alegremente las consecuencias inmediatas. Dios nos ha permitido experimentar un crisol de fe y de esperanza que, podemos tratar de esquivar, pero que de alguna forma nos arropa sin importar a donde volteemos.

Sentimos cómo nos cernimos y purificamos para que todo lo que en nuestro interior que no está de acuerdo con el Espíritu que afianza nuestra fe y nuestra esperanza se quemen como la escoria. El Apóstol Pedro encomendó a los primeros cristianos para que mantuvieran su vista fija en la salvación que nos espera, “Por esto estén alegres, aunque por un tiempo tengan que ser afligidos con varias pruebas.

Si el oro debe ser probado pasando por el fuego, y es sólo cosa pasajera, con mayor razón su fe, que vale mucho más. Esta prueba les merecerá alabanza, honor y gloria el día en que se manifieste Cristo Jesús.” (1a Pedro 1:6-7). 

El Papa León XIV, sucesor de Pedro, dice que la esperanza no es algo que simplemente sucede. Es una decisión. Nosotros los católicos cristianos somos como aquellos a quienes San Pedro y San Pablo predicaban, y que enfrentaban decisiones en medio de opresión y violencia física y espiritual: ¿Cuál es nuestra Verdad? ¿Para quién vivimos? ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer para mantenernos firmes en el evangelio, para honrar y seguir a nuestro Salvador hasta el final de nuestros días?

¿Nos identificamos con la creencia de Pablo de que se nos ha dado la oportunidad de ofrecer nuestros sufrimientos y nuestros problemas por los demás y en favor del proyecto salvador de Dios? ¿Estamos convencidos de que en nuestra propia carne podemos completar “lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia”? (Ver Colosenses 1:24).

Por encima de todo lo que vivió Pablo, él habló de su “ansiedad diaria por todas las iglesias” que reemplazaba cualquier otro sufrimiento personal que hubiese tenido (2a Corintios 11:28). La ansiedad que sentía Pablo como padre espiritual de estas iglesias debe ser comparable con la que sienten padres, párrocos y administradores escolares cuando se le confía con el cuidado de sus hijos. Y aún cargando con este yugo, en el estilo de vida cristiana en un mundo que gira alrededor de la Cruz, es causa de alegría, por la esperanza en la Resurrección.

La esperanza “protege del desaliento; sostiene en todo el desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulse de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad” (Catecismo Católico #1818).

Además de la promesa de Jesús de ser el Buen Pastor que nos guía a través de cañadas oscuras hacia aguas tranquilas, ¿qué señales personales podemos identificar que justificaran la esperanza que hay dentro de nosotros (Ver 1a Pedro 3:15-18)? Para mí, en medio de este “sistema de alta presión” espiritual con el que cargamos, mi alma se recuperó en nuestro reciente taller anual de una semana para nuestros sacerdotes diocesanos, en donde observé a los hermanos acercarse a recibir a nuestro Señor Eucarístico. Me conmoví en amor y aprecio por estos hombres que Han dedicado sus vidas para ayudarnos a cultivar conexiones con Cristo y unos con otros. Me dieron una infusión de esperanza.

Encuentro esperanza en nuestras parroquias que celebran legados ininterrumpidos de fe, como St. Mary en Shenandoah que cumple 155 años, y St. Mary en Avoca y Holy Cross en Elkhart que ambas cumplen 150 años.

Y veo la esperanza en el rostro de aquellos que sirven a nuestras comunidades a través de Caridades Católicas y en quienes reciben servicios de Caridades Católicas. El Papa León comparte esta perspectiva. En un mensaje del 10 de septiembre a la Red de Caridades Católicas de los Estados Unidos, dijo, “Ustedes se convierten en ‘agentes de esperanza’ para los millones de personas que se acercan a la Iglesia de los Estados Unidos de América buscando compasión y cuidado. Muchos de aquellos a quienes sirven ustedes están entre los más vulnerables, incluyendo a migrantes y refugiados.”

Y de aquellos a quienes sirven, dijo: “de una manera especial, migrantes y refugiados católicos se han convertido en misioneros de esperanza en muchas naciones, incluyendo la suya, al traer con ellos una fe vibrante y las devociones populares que frecuentemente llenan de energía a las parroquias que los acogen.”

Y miren que encuentro esperanza en Dios ahora que haremos algo completamente nuevo en nuestra Diócesis de Des Moines. El jueves 16 de octubre, Victoria Carverse convertirá en ermitaña diocesana en una Misa de Consagración que se celebrará en la Basílica de St. John. Ha sido un largo camino de discernimiento mutuo, dirección, y cambio espiritual para esta madre y abuela que ha llegado a este punto en donde profesará votos de pobreza, castidad y obediencia, y prometerá dar testimonio en una mayoritariamente “vida oculta” al amor particular de Cristo por cada persona.

Otras diócesis en nuestro país han aceptado hombres y mujeres a la vida tipo “ermitaña” bajo la observación de su obispo local; Victoria será la primera para nosotros. Ella se sentará a los pies de Cristo en oración y adoración la mayor parte de cada día, trayendo ante Nuestro Señor a aquellos cercanos y lejanos que están perdidos y que sufren y a todos a quienes no conocen verdaderamente a Jesús.

Victoria no oculta el hecho de que es una alcohólica en recuperación que depende cada día en la gracia de Dios para vivir libre y sobria. Una vez escuché a un comentarista describir a un alcohólico como un “místico frustrado.” Victoria es una contemplativa en recuperación resucitada con tendencias místicas. Pero seguirá teniendo que “apoyarse” en la Cruz de Jesús para los retos de su nueva regla de vida y que seguramente le presentarán tiempos de desierto en donde será tentada en contra de la esperanza pensando que Dios la ha abandonado a su propia suerte.

En el libro de un monje anónimo, “El Ermitaño Interior” que Victoria (y yo) encontramos enormemente beneficioso para describir la esencia de la vocación ermitaña, noté estas reflexiones en la esperanza que creo que aplican para todos nosotros que vivimos nuestras vocaciones en un mundo que frecuentemente de asemeja a un desierto espiritual del que no podemos escapar fácilmente:

“Todo el tiempo esperas por la llegada del amanecer: porque la esperanza esta sostenida en la fe. Esto a veces se siente como incierto. Pero también eres un testimonio de la esperanza y no debes sacarla de Ning una otra fuente más que de la promesa de Dios: no basada en tus méritos o por llevar una buena vida.” “En la prensa de la tentación, exprimirás hasta la última gota la confianza que tenías en ti mismo y que te llenaba. Por un tiempo no permitirá que veas el final de esta terrible no he y permitirá que imagines que, no importe lo que hagas, estas condenado a la oscuridad eterna” (pág. 46)

El consejo del monje anónimo al enfrentar tal oscuridad sofocante: “Nunca des la vuelta. Nunca voltees a lo que te rodea o a como son las cosas: la noche está dentro de ti y obediencia a Dios… Antes de la luz, había oscuridad; de la oscuridad, Dios creó la luz del día.” “Dios espera de ti esa fe. No le falles. Él, quien te ama, se esconde en la oscuridad, esperándote para encontrarte (pág. 48).

Que Victoria y todos nosotros nos aferremos a la esperanza, todos los días. Él quien nos ama nunca nos abandona. En nuestras vocaciones respectivas, podemos ayudar a sanar al mundo viviendo como embajadores de esperanza.

Bishop William Joensen

The Most Rev. William M. Joensen, Ph.D. was ordained and installed in 2019 as bishop of the Diocese of Des Moines. Born in 1960, Bishop Joensen completed studies at the Pontifical College Josephinum in Ohio and was ordained a priest in 1989. He earned a doctorate in philosophy at The Catholic University of America in Washington, D.C. in 2001. He has served in parishes, as spiritual director at St. Pius X Seminary in Dubuque and in a variety of roles at Loras College in Dubuque.